Seamos indestructibles como las estaciones.
Aparezcamos a iluminar con golpes de amor el escenario gris en que nos han metido.
Y a cada odio respondamos con una mejilla; a cada mueca con una mirada y una caricia.
Y esperemos en silencio el momento de salir y besar a todos, el tiempo en que podamos bailar en la calle bajo el sol.
Sentados, con las piernas cruzadas, mirándonos, dejemos en libertad lo que tenemos y lo que nos pasa, guardando la luz de la primavera en las manos y en los ojos, hilamos la hora de regalar a todos nuestros hermanos la fe en lo que soy yo, es él, sos vos.
Y no aceptemos jamás un círculo cerrado de sordidez; la pérdida de nuestra piel para sentir el viento; no neguemos jamás una presencia que vibra al lado nuestro; no creamos que estamos en otro lugar que en el que estamos tan sencillamente frente a frente.
Y cuando vuelva la primavera, saldremos todos a encontrarnos en el pasto y nuestro fervor no será detenido por ninguna fuerza y toda la gente se pondrá en la ronda y bailará de la mano con nosotros.
Nota otoño 2011: Acabo de encontrar esta carta entre viejos papeles. Recuerdo que era un momento en el que las anfetaminas y el comienzo de la profesionalización de los músicos habían provocado distanciamientos y peleas, había crisis en Los Abuelos de la Nada que me angustiaba mucho, sentía que ya no nos mirábamos a los ojos y estaba naciendo la competencia en un grupo de amigos que se había estimulado mutuamente la creatividad y el afecto.
martes, 26 de abril de 2011
martes, 12 de abril de 2011
Alimenta tu cabeza
ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS HABLA DE LA CONCIENCIA DISTORSIONADA O EXPANDIDA POR SUBSTANCIAS EXTRAÑAS, Y EL ROCK NO HA PERDIDO LA OPORTUNIDAD DE USAR SUS METÁFORAS. Hay muchas fuentes literarias y espirituales que fueron usadas durante el periodo del descubrimiento del LSD y los hongos psicodélicos. Los Beatles citaban a las escrituras hindúes o al Tao Te King en temas como “La Luz Interior” o “Within you and without you”, Donovan cantaba historias zen como “Hay una montaña” o “Happiness runs”, Los Byrds usaban una versión del Eclesiastés bíblico musicalizada por Pete Seeger en 1959 en “Turn Turn Turn”. Otros grupos extraían sus nombres de fuentes literarias, como el caso de The Doors (extraído de Las puertas de la percepción de Aldous Huxley), Soft Machine (de William Burroughs) o los Abuelos de la Nada (de Leopoldo Marechal). “Alicia en el país de las maravillas” y “A través del espejo” fueron siempre una riquísima fuente de metáforas para la generación psicodélica. Tal vez sea la obra más precisamente psicodélica de toda la literatura, ya que sus historias hablan claramente de tomar algo y cambiar la percepción del mundo, y toda la aventura es como un intenso viaje de descubrimiento con infinitas lecturas posibles. . Carroll definitivamente hablaba de drogas en su libro inspirado en el mundo de la niñez. Durante años, antes de los sesenta, casi nadie lo notó, y por eso el libro pudo superar las rígidas censuras de la época victoriana y convertirse en una lectura popular sobre todo para chicos, tanto que hasta Walt Disney hizo una –extraordinaria- versión animada, vagamente basada en los dibujos que acompañaban la edición original. Pero llegaron los sesenta y con ellos la difusión de los experimentos de expansión de conciencia que gente como Albert Hofmann y Aldous Huxley venían realizando desde una década antes… ALIMENTÁ TU CABEZA El naciente Acid Rock de California no tardó ni un segundo en traer a Alicia al primer plano con el poderoso Conejo Blanco, compuesto originalmente por Grace Slick a fines de 1965 para su primer grupo, The Great Society, y convertido en éxito de ventas e himno generacional en 1967 por Jefferson Airplane. Conejo Blanco ponía las cosas muy claras de entrada: “Una píldora te hace más grande, /una píldora te hace pequeñito, /pero las que tu mamá te dá /no te hacen nada. /Y si tomaste alguna clase de hongos /y tu mente anda medio lenta, /preguntale a Alicia, /creo que ella va a saber. /Cuando la lógica /y las proporciones /han caído muertas, /recordá lo que dijo el lirón: /´¡alimenta tu cabeza, /alimentá tu cabeza!´” El viaje de Alicia tiene todos los elementos de una parábola psicodélica: el autoritarismo arbitrario de la Reina que representa al sistema con su ejército de papel, la trampa kafkiana de la vida burguesa (inglesa) que no puede escapar de las conversaciones sin sentido (nonsense) alrededor de la mesa de té, los juegos de palabras que tienen infinitos significados, los retruécanos y trampas del idioma que el Dylan alucinado de Blonde on Blonde llevó al paroxismo en 1966. El gran grupo de la orilla inglesa (¿o debería decir escocesa?) de la oleada psicodélica, Incredible String Band, fundadores del Acid Folk, también hicieron su inspirada parábola utilizando los personajes de Carroll. En su canción “El sombrerero loco” (The Madhatter song) en 1967 pintan el horror de la vida moderna y del habitante urbano sometido a las fuerzas del mercado, “todavía retorciendo su mente /dando sus leprosas visiones /a la miseria de sus venas. /En la arruinada factoría /el alma normal se vuelve insana” por lo que la única solución es, como en un trip, salir del juego de la mente y sentir como se mecen los árboles en el sur. “Si llorás, ya sabes, /podés llenar un lago con tus lagrimas /pero tu dolor no va a desaparecer,/ porque la ciudad te ha secuestrado, /sombrereros locos en la mente:” Pero la salida, dice Incredible, es mirar con tu ojo único (la visión mística, según la tradición hindú) y “danzar sin movimiento /bajo la clara luz”, o sea meditar, salir de la alucinación que la sociedad ha implantado en tu mente y ver el mundo como William Blake: “Cuando las puertas de la percepción se abren veremos el mundo tal cual es: infinito.” SOLO MI SONRISA ME DELATA Yo, ávido lector de Carroll, tuve oportunidad de reflejarlo en “La Princesa Dorada”, único simple oficial de Tanguito. Escrita a fines de 1967, la canción pintaba una visión psicodélica en la que “la Princesa se dá vuelta /como un guante /y sigue sin adentro ni afuera” ya que la vida es un solo flujo que nos atraviesa y estamos todos conectados. Una Alicia alucinada en el Buenos Aires represivo de Onganía, que cuando habla “vos la oís en tu mente”. Esa frase, según los autores del exhaustivo libro “Buenos Aires y el rock” es la primera que asume el voseo como idioma poético para la música moderna. “Vos la oís” en lugar de “tú la oyes”: psicodelia con sabor porteño. Si Sonia, la Princesa Dorada de la canción, bien pudo ser un personaje de Carroll con su “caleidoscopio /de hojas de oro /y lagrimas que ríen” yo asumía tempranamente la visión de la mente expandida por las drogas y la vida fuera de la calesita, ya que, como el gato de Cheshire o como una estatua sonriente de Buda, el despertar a la maravilla del mundo hace que desaparezcamos, que podamos decir: “Yo no estoy aquí /sólo mi sonrisa me delata, /pero yo miro desde todas partes / a la princesa /que sigue sin adentro ni afuera”. Adentro y afuera, ella y yo, todo es uno para los que miran fuera de la chata realidad burguesa, para los que, como decía el pin que repartimos en esos mismos días de primavera del 67 en Plaza San Martín, tratamos de ser conscientes de que “Vivo en el Universo”. SE ACABÓ ESE JUEGO Otra cosa fue, diez años después, la “Alicia en el país”, de Charly García. Compuesta originalmente para una película sobre Alicia de Eduardo Plá ambientada en Buenos Aires y con su versión original cantada por Raúl Porchetto (se encuentra en Internet) terminó convirtiéndose en una Alicia que no vive en el país de las maravillas, sino, como decía la versión original de La Balsa, está “muy sola y triste en este mundo de mierda”. La Alicia de Serú que, utilizando las metáforas de Carroll, descubre que “no tendrás poder, / ni abogados, /ni testigos” en este país que es horroroso, “pero es mío”: Aquí, donde “los inocentes son los culpables, /el trabalenguas trabalenguas y /el asesino te asesina”. Aquí, donde ya no hay Princesa Dorada ni conejo blanco ni oruga que fuma su narguile arriba de un hongo mágico para convertirse en mariposa. Aquí, donde “se acabó ese juego /que te hacía feliz”. Aquí estamos, desde entonces, dando vueltas a la heladera, atrapados en la mesa de té burguesa del Sombrerero loco, viviendo la gran patraña como una pesadilla de Lewis Carrol.
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