jueves, 27 de mayo de 2010

El Bicentenario y el invento de una "Nación"

El Bicentenario y el invento de una “Nación”

Esto lo escribí hace unos días pero no me decidía a subirlo porque me gustó la fiesta del bicentenario, la gente en la calle, el show de Fuerza Bruta. Pero bueno, pasados unos días, aquí va:

Yo no estoy muy convencido de que la división del planeta en países haya servido para algo. En nuestro continente, la división es caprichosa y nosotros somos argentinos pero podríamos pertenecer al Alto Perú. Los uruguayos son casi argentinos, y las Provincias Unidas del Rio de la Plata sonaba bien. El sentimiento de argentinidad es raro, porque es abstracto, pero el sentimiento de pertenecer a un lugar, a un tipo de gente, a una forma de hablar, crece con uno. Pero también está el mundial, y la camiseta. La gente es capaz de matar por la camiseta, que no es muy diferente de la escarapela.
Y durante el bicentenario, ¿Porqué un descendiente de italianos y franceses, como yo, o de polacos y alemanes o lo que sea, como vos, se puede sentir más argentino que un wichi o un toba, alguien cuya familia lleva aquí miles de años? La mía lleva aquí no más de ciento cincuenta años. La de tantos ultranacionalistas que pululan hoy no lleva más de trescientos. Los grandes apellidos patrios eran, en su mayoría, hijos de españoles (todos eran españoles, pero nacidos allá, digo). Llevaban diez minutos aquí. Y es esa la generación que masacró a los primitivos habitantes, y en el proceso, inventó “La Nación”. Toda nación es un invento hecho sobre la sangre de los que estaban allí. Los seres humanos vinieron caminando desde África, peleándose por los valles más fértiles, los ríos y las alturas, hace decenas de miles de años. Hace unos pocos siglos llegaron las carabelas (¿o eran calaveras?). Pero tanto los que estaban como los que llegaron a someterlos descendían del mismo grupito de africanos originales, que se pusieron de pie en el valle del Rift, hoy Kenia. (Cuando estuve allí, recorriendo tribus que practican agricultura orgánica, pensé: “Estos tipos sí que son de acá”.) Así que todos somos parientes, nos guste o no.
Los aborígenes, a pesar de la marcha oficialista, siguen marginados, sus tierras contaminadas por la minería a cielo abierto, sus familias diezmadas por el Chagas y la tuberculosis, hoy, en democracia. Esos “cabecitas negras” son la esencia de esta tierra, de la “argentinidad”, en realidad sus verdaderos dueños, si es que hay dueños, porque me parece más certero decir, como aquel cacique piel roja, “la tierra no pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida, es sólo una hebra de ella. Y todo lo que le haga a la tierra se lo hará a sí mismo.”
Lennon la tuvo clara cuando dijo, en esa canción que es una perfecta declaración política, aunque nos haya cansado con la melosa repetición de los que no toman en serio la letra: “Imagináte que no hay países ni religiones, nada por lo que matar o morir.” En aquel tiempo nos parecía que íbamos hacia esa comprensión. Cantilo también la cantó en otra canción melosa: “Más allá de países y fronteras, en una compartida dimensión…”
Más cerca, y menos meloso, Caetano dijo: “Mi lengua es mi patria, pero yo no tengo patria, tengo matria, y quiero fratria” Estoy de acuerdo.

lunes, 10 de mayo de 2010

Misterios del Planeta
VIVO EN EL UNIVERSO

No hay duda de que vivo en el Universo. No hay límite entre el aire que me rodea y el espacio vacio que contiene a las galaxias. Cada célula de mi cuerpo y mi cerebro se formó con materia que viene viajando desde el Big Bang atravesando mares estelares para llegar aquí. Y tarde o temprano todo lo que forma esto que llamamos Pipo se integrará de nuevo a los mares estelares y terminará quien sabe donde en la inmensa noche iluminada del cosmos. No soy más que una parada pasajera del océano de energía y materia: pronto sonará la campana y el tren volverá a su viaje infinito, un viaje del cual todos somos parte.
Vos y yo estamos compuestos por la misma combinación de átomos, con algunas leves diferencias, apenas, para justificar que vos, por un periodo de menos de cien años, te llames distinto y tengas tu cara especial y tus caprichos personales.
Vos y yo vivimos en el universo, y tal vez haya otros en otro lado. Hace unos días, uno de los personajes más interesantes que andan sobre el planeta, el astrofísico Stephen Hawking, el científico paralizado en una silla de ruedas que tiene una vida más intensa que la mayoría de sus congéneres a quienes todo le funciona bien, ese que aquejado de una esclerosis que le impide mover su cuerpo, está volando más lejos que nadie, de vez en cuando se larga con alguna declaración (habla a través de una computadora), dice algunas frases que causan revuelo. Esta vez dijo que en este interminable universo, en el que hay millones de galaxias que contienen millones de sistemas solares cada una, puede haber lugares en los que alguna forma de vida se haya desarrollado, como nosotros evolucionamos en el ambiente contenedor y favorable del planeta Tierra a partir de los mismos elementos que están esparcidos por el cosmos. Yo estoy de acuerdo. Creo como él que la vida humana es una anécdota en el inconmensurable vacio, y que es bueno que así sea. Está bueno saber que pertenecemos a algo más grande, y que nuestro pequeño ego no vale mucho en el gran panorama. Y que tal vez seamos sólo una de las incontables vidas que existen allá afuera.
Ya sabemos más allá de toda discusión que los humanos evolucionamos a partir de los materiales que nos rodean en este Jardín del Edén que habitamos (y destruimos). No somos nada especial, sólo una combinación muy eficiente de células que produjo una máquina neuronal de increíble sofisticación, que nos ha permitido construir aviones y bombas atómicas, inventar religiones y teorías sociales, escribir poemas, cantar rock and roll o jugar al fútbol.. El placer sexual, la admiración de la belleza, el éxtasis mistico o psicodélico, todos nuestras maravillas son producto de las mismas neuronas evolucionadas a partir de los mismos pocos elementos que ya estaban allí, desde el Big Bang.
Y puede haber otras evoluciones allá lejos, afuera de la cascarita de atmósfera que nos protege y permite la vida aquí. Vaya uno a saber cómo serán, si es que los hay. Yo le escapo a las teorías conspirativas que dice que los gobiernos ocultan información sobre los extraterrestres: me parecen aburridas y distractivas. Nos sacan del aquí y ahora. Si hay algo o alguien, ya los veremos. Mientras tanto, no me voy a enrollar con teorías indemostrables, siempre hay alguno que cree que sabe más y quiere darse importancia con los secretos que la NASA oculta pero él sabe. El día que aparezcan, veremos. Hawking dice que va a pasar como cuando Colon descubrió América, que no fue nada bueno para los nativos del continente. La civilización más poderosa siempre arrasa con la más débil y se lleva los recursos. Probablemente Hawking vio la película Avatar, donde tampoco les va bien a los nativos. Pero de todas maneras, veremos cuando el día llegue.
Mientras tanto, me apasiona más pensar (tomar conciencia de) que vivo en el universo. Que, como dice una excelente nota del diario Crítica “las imágenes que envía el telescopio espacial Hubble nos recuerdan que no pertenecemos únicamente a un club de fútbol, a un barrio, a una ciudad, a un país, incluso a un planeta. La humanidad pertenece a una instancia aún mayor: juega en una cancha más amplia y muchas veces olvidada conocida como “universo”.”
Cuando, el 21 de septiembre de 1967, yo andaba entre los melenudos de plaza San Martín (Miguel Abuelo, Pappo, Tanguito, el colorado Rabey, Pomo, etc) con un pin hecho a mano que decía “Vivo en el Universo”, intuía vagamente estas cosas. Quería decir que en mi mundo no existen fronteras, que somos lo mismo, que hay - como dice Hamlet- mucho más que lo que sueña nuestra sabiduría, mucho más que lo que controlan nuestros pequeños egos. También quería decir (y lo decía) que hay mucho en mí que funciona sólo, regido por leyes que ningún humano puso en marcha, leyes que la física, la medicina y la química tratan de desentrañar. “Mirá mi mano”, le dije una vez a Sonia, La Princesa Dorada. “¿Qué es lo que construye esta maravilla y la hace funcionar?”. Hoy entiendo -si es que realmente entiendo- que mi mano forma parte del mismo misterio que el Big Bang. Que nosotros estamos jugando en nuestro pequeño corralito en una margen de una galaxia entre millones, mientras alrededor se crean y destruyen sistemas solares, aparecen agujeros negros…Estamos aquí, románticamente mirando la luz de estrellas que han muerto hace mucho, poniéndole s nombres y jugando a comprender, jugando a ser poderosos, jugando a lanzar naves espaciales para dominar y someter el espacio como hicimos, torpemente, con nuestro diminuto planeta. Mientras tanto, el Hubble fotografía –vean las páginas hubblesite.org o lanasa.net- los dramas y las danzas interestelares en un universo en permanente ebullición, compuesto en su 75% por “materia oscura” que no podemos ver, de la misma manera que nuestro cuerpo está compuesto de protones y neutrones que no podemos controlar. Estamos en un mundo desconocido, mirando y aprendiendo como niños pequeños, agarrados al oso de peluche de nuestras creencias y pequeñas vidas.
Esto es lo que somos, acá es donde estamos. No hay más que eso. Increíble milagro.
Los pájaros en los árboles al lado de las vías
cerca de la estación Lisandro de la Torre

Enloquecido voy
Por estas calle persiguiendo el sol
Ardiéndome los pies, las manos
De tocar la lluvia

En cada esquina vuelvo a comenzar
Vuelvo a jugar mis cartas
y el azar me dice
Qué rumbo hay que tomar

Dueño de mí
Quemé mis naves al partir
No tengo propiedad en qué pensar
Puedo reir, puedo esperar

Sin descansar
Adonde quiero ir puedo llegar
Puedo dormir bajo mil cielos más
Sin ansiedad


Y estoy aquí
Y no tengo secretos que esconder
Soy sólo este presente que está vivo
Y nadie puede destruir

Sólo correr
En la ciudad no hay dónde dormir
Debo vagar hasta el amanecer
Hasta que el sol me haga revivir

Huir de aquí
Salir de la ciudad ahogada en humo
hacia las playas sin fronteras
donde mi cuerpo pueda al fin volar

Lejos de aquí
Donde mis pies toquen la tierra
Y los gritos de la gente que trabaja
No ahoguen este canto

Ir rumbo al sol
Y que mi piel se ponga negra
Y sienta el baile de los pastos
Y la lluvia que me envuelve silenciosa
Hola!
Hace varios años inicié un blog, pero lo dejé o lo perdí o no supe como continuarlo. Espero esta vez dar pie con bola.
Primero, publico una letra que nunca tuvo musica definida, y que está esperando despegue desde 1967, cuando la escribí.