domingo, 1 de mayo de 2011

A evolucionar, mi amor

“Miles de años de evolución, para terminar como un pelele mirando televisión” empezaba una nota que escribí, a principios de los ochenta, para la revista Pan Caliente. Me acordé de la nota porque acaba de publicarse en castellano la autobiografía de Charles Darwin, el tipo que le encontró la vuelta a la evolución de la vida sobre este planeta.
En aquella nota describía el trabajo que se había tomado la evolución para llegar a lo que somos hoy, la raza que supuestamente sintetiza las virtudes de la inteligencia y la habilidad de adaptación.
Tal vez muchos de nosotros no creemos que los últimos años de evolución, -una evolución ha sido más social y técnica que biológica-, estén yendo en una dirección interesante, pero eso es materia para otra discusión. El hecho es que hoy los seres humanos controlamos gran parte del ambiente del planeta, y por lo tanto afectamos enormemente la evolución de los animales –incluyéndonos- y los propios ecosistemas en los cuales estamos insertos junto con los animales y las plantas. Dentro de ese panorama juega un papel importantísimo el cambio climático, producido por la industrialización, que va a torcer definitivamente el curso de las cosas.
Si aceptamos la teoría de la evolución tenemos que aceptar, a esta altura de la película planetaria, nuestra responsabilidad en los cambios que se están produciendo hoy y que tendrán consecuencias enormes en el futuro de la vida en la tierra.
Pero hay mucha gente que no quiere aceptar la teoría de la evolución. Esa gente piensa que los cambios en el planeta están en manos de un agente superior, casi siempre llamado Dios, y eso automáticamente nos libera de la responsabilidad sobre el futuro. Es por eso que el debate sobre la teoría de Darwin nos atañe a todos, en nuestra vida diaria, como nos atañen la contaminación del aire o la falta de agua potable, la destrucción de los bosques o el avance de enfermedades como el cáncer y la diabetes.
Mucho antes de Darwin, teologos como William Paley afirmaban que la existencia de organismos complejos era una prueba de que hay un diseñador cósmico que planea todos los sistemas internos de los seres existentes. Pero Darwin apareció con la teoría de la evolución, que demuestra que esa complejidad es producto de la evolución, de la naturaleza actuando por el método de prueba y error, dejando que aquello que está más adaptado a su ambiente y funciona mejor sobreviva. Con la publicación de “El origen de las especies”, en 1859, el peso de la evidencia que Darwin había reunido pacientemente convenció a los científicos de que la evolución por selección natural explicaba muy bien la complejidad y diversidad de la vida.
Pero ahora hay una campaña organizada por la derecha cristiana en los Estados Unidos para desprestigiar a la teoría de Darwin y volver a enseñar la teoría creacionista. Algunos de estos fundamentalistas bíblicos llegan a decir que el universo tiene sólo 6500 años, que Dios creo todo en seis días, incluyendo a los dinosaurios y a los hombres, y que por lo tanto el hombre no desciende del mono, son especies creadas al mismo tiempo y no emparentadas de ninguna manera. Por supuesto, esta doctrina incluye a Adán y Eva, la caída del paraíso, el diluvio, etc. O sea que nada en el universo tiene más de 6500 años.
Lo grave del asunto es que la mitad de la población norteamericana considera que esto es verdad y la teoría de la evolución es falsa, y estamos hablando de los que votan y deciden en el país más poderoso del mundo. Dentro de esa campaña, se está discutiendo sí en las escuelas debería enseñarse esta doctrina como materia científica, ya que según sus promotores, “tampoco hay pruebas concluyentes de la teoría de Darwin”.
La Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, respondiendo a la polémica que tratan de generar los creacionistas, dijo hace poco que “el diseño inteligente y otras doctrinas que hablan de la intervención sobrenatural en el desarrollo de la vida” no son científicas porque no pueden ser comprobadas experimentalmente y no generan predicciones o proponen nuevas hipótesis propias. Por lo tanto no deben enseñarse como materias científicas en las escuelas. En septiembre de 2005 se hizo pública una declaración de 38 Premios Nóbel que, preocupados por el avance del fundamentalismo, dijeron que “la teoría del diseño inteligente´ no es científica, es indemostrable y no puede ser puesta a prueba como teoría científica porque su conclusión central está basada en la creencia de la intervención de un agente sobrenatural”. El debate llegó a las cortes en algunos estados, y por ahora el Juez John E. Jones dictaminó que no puede enseñarse como ciencia ya que es esencialmente una doctrina religiosa.

CAMBIA, TODO CAMBIA
Ahora sabemos, gracias a la física moderna, que no sólo las especies evolucionan y cambian. Todo está en movimiento. El universo está en expansión y los planetas se crean y se destruyen cotidianamente. En realidad, el universo entero está permanentemente cambiando. Desde los átomos que nos componen hasta las galaxias más lejanas, todo está transformándose e interactuando. Vivimos inmersos en un mar de energía que toma formas y nosotros les ponemos nombres a esas formas (vos, yo, John Lennon, cualquier ser viviente o cosa existente, incluyendo las galaxias). Esas cosas y seres duran un tiempo relativamente corto y vuelven a ser parte del mar de energía para tomar otra forma y, tal vez, recibir otro nombre, si hay un ser humano mirando y nombrando.
Sólo forma y nombre, (Rupa y Nama) eso es la realidad, decían los hindúes, mucho antes de Cristo. Eso es lo que es Maya, la aparente solidez y permanencia de la vida, que es un espejismo. Yo ni siquiera soy hoy el que era ayer, y pronto ni siquiera “seré”. Mi querida personalidad no es más que una olita pasajera lista para volver a disolverse dentro del gran mar de energía y desaparecer en la noche de los eones.
Lo que hay detrás de la resistencia a aceptar la teoría de la evolución y los hallazgos de la ciencia es el miedo a reconocer que la vida es pasajera. Terror a soltar el ego y aceptarse como parte de un proceso mucho mayor que nos contiene a todos. Terror a reconocer que somos parte del tejido del universo, que nuestro cerebro trata laboriosamente de comprender.

1 comentario:

  1. Si, evolucion es un concepto muy elaborado,
    hay que poder conectarla con la segunda parte de la nota, que es trascendental.

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