En estos días el correo argentino editó una serie de estampillas de homenaje al rock argentino, con las figuras de Luca Prodan, Miguel Abuelo, Pappo y Tanguito, los muertos más notorios de esta historia, con la ausencia de Federico Moura, justificada porque las estampillas se editan siempre en grupos de cuatro.
Durante la fiesta de presentación, Leo García hizo una extraordinaria interpretación de Tanguito, como si el espiritu de José Iglesias lo hubiera poseido, con un manejo de la voz y la guitarra que recuperó lo mejor de Tango: sus fraseos característicos , su rasguido monótono y penetrante, su embrujo. Para quienes conocimos al homenajeado, era cerrar los ojos y escucharlo cantar de nuevo, hasta con sus titubeos y sus humoradas inolvidables, como si estuvieramos en el arenero de Plaza Francia. Yo pensaba después cuánto Tanguito oculto hay en el nuevo rock, cuanto de su poesía sencilla –hoy la llamarían minimalista- permea a los nuevos poetas y compositores que pululan por los barrios de Buenos Aires, inventando sonidos que van a ser la gran cosa dentro de diez años. Todo el tiempo recojo los mensajes dejados por Tanguito en recitales minúsculos, fiestas en casas semi abandonadas, boliches. Hay un hervor nuevo en la ciudad, y está sembrado de esa inspiración. “Me gusta verte sonreir, me gusta verte llorar, natural…” cantaba Tango. Esa sencillez parecía haberse perdido en la grandilocuencia que muchas veces adopta la música popular, sobre todo cuando se acerca mucho a la gran industria. Pero no, está viva, como está viva, para nuestra sorpresa, la herencia de Miguel Abuelo, el poeta trovador. Hay mucha gente que conoce a Miguel por sus piruetas al frente de los Abuelos de la Nada en los 80, con Calamaro, Melingo, Cachorro López y otros piratas del caribe enarbolando el regreso de la alegría después de los años oscuros de la dictadura. Pero hay otra gente, una secreta tribu que se mueve por las catacumbas de los pequeños boliches y las lecturas de poemas, que recupera el verbo inspirado del “enano maldito”, el duende creador de “Mariposas de madera” – que Spinetta reconoció como el origen de “Muchacha ojos de papel”- y de aquel “Oye niño” que decía “Haz tu cabeza estallar” y que hoy brilla en una versión de Bicicletas. Miguel tiene ahora una legión de poetas jóvenes que lo citan como precedente y ejemplo, por su poesía y por su vida ardiente, retratada al milímetro en la biografía reciente de Juanjo Carmona.
Las estampillas de alguna manera reflejan la aceptación, después de 40 años, del rock como fuerza creativa por parte del establishment oficial, de la misma manera que el establishment comercial terminó de aceptarlo –después de años de huirle a su mala imagen- y hoy ya tenemos festivales con nombre de gaseosa y programas de radio vendiendo todo tipo de cosas usando al rock como vehículo comercial. Después de décadas de ir presos, tener su pelo “cortado a la fuerza por un coiffeur de seccional”, tener los temas prohibidos y los discos censurados, y a pesar de esas dificultades construir un corpus de poesía y música como pocos movimientos en el mundo, con una originalidad extraordinaria pero despreciado por los académicos de la literatura y la musica de su propio país (como lo fue el tango en sus primeras décadas) el rock hoy puede entrar en los salones de la Casa Rosada y codearse con los más sélecto de la burguesía local, tapa de revista Gente incluida. Hoy los rockeros salen con modelos y viajan en limusina, se sientan a almorzar con Mirta y son perseguidos por los paparazzi de la revista Pronto.
¡Qué lejos estaba Luca Prodan de eso, viviendo en un sucucho miserable del Abasto, burlándose de la rubia tarada que hoy nos invade por todos los wines!
Y mejor ni hablar de Tango o Miguel, tocando sus guitarras llenas de rajaduras de la guerra psicodélica en Plaza Francia, componiendo temas que hoy nos hacen temblar. Y al lado de ellos, en el arenero, dormía Pappo, otro poeta simple y profundo que con el tiempo deletrearía temas que todavía marcan el camino del blues en castellano, directo y sencillo, basado en el sentimiento y el ardor por vivir. “Qué nos sucede, después de tanto tiempo, reflexionamos, al mirarnos al espejo” podrían cantar al mirarse en el espejo de las estampillas los rockeros de todos las épocas.
Pero no, es mejor hablar de ciertas cosas, porque aunque me fuercen yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fue mejor…Hoy hay miles de Pappos y Tangos y Migueles y Luca potenciales en las esquinas de Buenos Aires, sólo falta que se animen a decir los suyo. Y hay muchos que ya lo están haciendo, a su manera.
Y mientras tanto, yo preparo un sobre con una carta a mi hermana que conoció a Tango y a Miguel y a Pappo en los naufragios de mi casa en Palermo, y voy al correo a comprar unas estampillas nuevas que la van a sorprender…
domingo, 22 de mayo de 2011
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Comparto, adhiero... Mañana será mejor (espero) o no será...
ResponderEliminarAfectuosamente....
Asi es Pipo. Un merecido homenaje a quienes nos demostraron que con poesía y música se pueden llevar a cabo las revoluciones.
ResponderEliminarMerecido homenaje a estos cuatro mosqueteros que representan a toda una generación no violenta que se bancaron todas las injusticias y cambio, devolvian una flor.
Un abrazo
Sergio "Pitty" Miglietta
Si hay una cometa,vos te prendes al toque,las estampillas que las devuelva yabran o el franco macri,
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ResponderEliminarGracías por el blog, Pipo y también por el recuerdo de Tanguito, un gran poeta del rock argentino.
ResponderEliminarSaludos,
Alexandre