Seamos indestructibles como las estaciones.
Aparezcamos a iluminar con golpes de amor el escenario gris en que nos han metido.
Y a cada odio respondamos con una mejilla; a cada mueca con una mirada y una caricia.
Y esperemos en silencio el momento de salir y besar a todos, el tiempo en que podamos bailar en la calle bajo el sol.
Sentados, con las piernas cruzadas, mirándonos, dejemos en libertad lo que tenemos y lo que nos pasa, guardando la luz de la primavera en las manos y en los ojos, hilamos la hora de regalar a todos nuestros hermanos la fe en lo que soy yo, es él, sos vos.
Y no aceptemos jamás un círculo cerrado de sordidez; la pérdida de nuestra piel para sentir el viento; no neguemos jamás una presencia que vibra al lado nuestro; no creamos que estamos en otro lugar que en el que estamos tan sencillamente frente a frente.
Y cuando vuelva la primavera, saldremos todos a encontrarnos en el pasto y nuestro fervor no será detenido por ninguna fuerza y toda la gente se pondrá en la ronda y bailará de la mano con nosotros.
Nota otoño 2011: Acabo de encontrar esta carta entre viejos papeles. Recuerdo que era un momento en el que las anfetaminas y el comienzo de la profesionalización de los músicos habían provocado distanciamientos y peleas, había crisis en Los Abuelos de la Nada que me angustiaba mucho, sentía que ya no nos mirábamos a los ojos y estaba naciendo la competencia en un grupo de amigos que se había estimulado mutuamente la creatividad y el afecto.
martes, 26 de abril de 2011
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ResponderEliminarHola, Pipo, ese invierno fui a tu casa una noche, con Carlos Iglesias. Andábamos callejeando y llegamos ahi. Estaban Miguel y Claudio Gabis. Me quedó un muy buen recuerdo. Cantamos un rato, folk songs y cosas en castellano. Gracias por revolver tus papeles y devolverme el recuerdo. Para mi fue un invierno maravilloso. No lei esta carta en ese entonces, pero parece que segui las instrucciones. Un abrazo.
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