viernes, 17 de junio de 2011

¿QUIEN PINTÓ EL BISONTE EN LA CAVERNA?

Este poema lo escribí hace muchos años y lo dejé a un costado porque tiene cosas que no me satisfacen del todo. Lo publiqué en el Expreso Imaginario y después lo guardé y ahora decido publicarlo para que por lo menos circule, leerlo en público y ver qué camino toma.

¿QUIEN PINTÓ EL BISONTE EN LA CAVERNA?

Hermoso hermano humano

Trescientos billones de patos silvestres

pusieron sus huevos para vos.


Cuatrocientos mil años geológicos giraron

-polvo y hojas, carbono y viento-

para vos.


Un hombre de paso pesado y piel áspera

se apretó en la húmeda oscuridad de su cueva

e hizo el amor gruñendo para vos.


Y centenares de millones de células se reunieron cuidadosamente

alrededor de tu pupila

formando el suave pliegue de tu párpado

abriéndose apenas para dejar pasar el hilo negro

y protector de la pestaña

la curva delicada de una lagrima que se hincha

reflejando una chispa de sol.

¿Te parece real?

¿Fue cierto el esfuerzo del tipo de ojos juntos y frente saliente,

el cuerpo sólido que se refugió del frio del planeta

en un tiempo ya fuera de la memoria

-todo era hielo y viento y cielo que chilla

y miedo escalofrío que sube por las venas

y un puma detrás de aquel arbusto agazapado

la fruta agria del invierno total-

Y poco a poco,

recogiendo ramas, cuidando el fuego y cachorros temblorosos…

Hermoso hermano humano…

¿Adónde fue ese trabajo?¿quién hizo el plan?

¿Quién ordenó a tus células que se reúnan apretadamente

exactos racimos bailarines conectándose

tocándose e intercambiando jugos, claves, señales;

mensajes que tal vez llevan un millón de años esperando:

Cartílago, savia, pluma, hongo, gota.

vapor, piedra, insecto,

-un millón de años en viaje para graduar el flujo de tu aliento

o el largo de un pelo

o la curva de un ala frente al viento del sur-


¿Adónde fue ese trabajo hermano humano?

Ese dúrisimo trabajo que no figura en la contabilidad

ni en los ministerios;

que no va a la escuela ni duda ni miente;

Ese hermoso incalculable permanente trabajo

de tus uñas que crecen

de tus ojos que miran

de tus nervios que tiemblan eléctricos

a lo largo del árbol de la vida…

¿Quién ordenó ese trabajo?

¿Cómo se puso en marcha?


¿Qué tiene que ver con el autómata loco que camina, vacío,

por la calle trazada de metal y ruido?

¿Qué pasa con el hermoso humano preguntándose qué pasa?

Con las manos apretadas, los ojos que titilan

los teléfonos que aúllan, los autos que rechinan

y la célula paciente que sigue eligiendo el alimento en el aire

convirtiéndolo en sal para la vida

separando el fosforo del hierro

destilando el jugo mineral de tu saliva

mandando brillo a tus ojos:

Pelo negro, pelo rubio, hojas, plumas, nariz;

lunar en la espalda, labios gruesos;

alas verdes, antenas, garras, pies,

tallo inquieto en la brisa, dedo suave que palpa

dedo suave y sensible que repite el trazo

del bisonte pintado en la caverna.

viernes, 10 de junio de 2011

Borges, Tanguito y otros piratas en la Perla del Once

El baño donde se compuso La Balsa fue usado, unas generaciones antes, por los más grandes escritores argentinos.


“Los argentinos heredamos una mezcla de sangres, y tenemos gran facilidad para abrirnos al mundo, ser cosmopolitas. Tenemos que hacer algo nuevo, no debemos negarnos a nada. Tenemos que leer todos los libros, aprender todos los idiomas, conocer todas las experiencias de todos los hombres.”

Jorge Luis Borges, en “Borges para millones”

“Quiero viajar de todas las formas posibles, vivir de todas las formas imaginables. Quiero ser sol, quiero usar todas las vestimentas, hablar todos los idiomas, tocar todas las músicas, escuchar todas las músicas que existan.”

Javier Martinez, Nota “Manal”, Revista Pinap, 1969

Una caterva de jóvenes veinteañeros llenos de pasión por escribir, hacer música, pintar. Pasan noches enteras discutiendo y mostrándose los escritos, las ideas. Huyen de sus padres, de sus familias formales, del mundo árido de las academias artísticas y literarias…Sueñan con un mundo distinto, con crearse un lugar distinto, con un arte que se parezca más a la vida. Leen a los poetas ultraistas, a los poetas chinos de la Dinastía Tang, a Lao Tsé y su Tao Te King, investigan complicados libros esotéricos, adoran la “Misteriosa Buenos Aires” y sus poetas lunfardos, quieren crear nuevas formas de hablar y de expresarse, quieren tener la Visión Pura.

DECADA DEL VEINTE

Esos jóvenes, que se reunían en La Perla del Once en los primeros años de la década de 1920, eran Borges, Xul Solar, Raúl Scalabrini Ortiz, Leopoldo Marechal y algunos otros. Los atraía la figura magnética de Macedonio Fernandez, un escritor y vagabundo mucho mayor que ellos, que los asombraba con sus elucubraciones metafísicas y los estimulaba a pensar fuera de los cánones establecidos. En el velorio de Macedonio, treinta años después, Borges recordaría que "La certidumbre de que el sábado, en una confitería del Once, oiríamos a Macedonio explicar qué ausencia o qué ilusión es el yo, bastaba, lo recuerdo muy bien, para justificar las semanas" En esa misma ocasión, Scalabrini Ortiz destacó "en qué medida fue la de Macedonio una inteligencia destinada al milagro permanente de revelarnos zonas de la emoción, paisajes del espíritu".

Borges, mas tarde, hablando de Macedonío, dijo: “Un hombre que vive dedicado al pensamiento; y vive dedicado a pensar esos problemas esenciales que se llaman -no sin ambición- la filosofía o la metafísica. Macedonio vivía pensando, de igual modo que Xul Solar vivía recreando y reformando el mundo.”

Y en el prólogo para su amigo -y participante de las tertulias de La Perla- Santiago Dabove, Borges detalla: “Todos los sábados, durante un tiempo que acabó midiéndose por años, nos congregaba en una confitería de la calle Jujuy la tertulia, hoy casi legendaria, de Macedonio. A veces conversábamos hasta el alba; los temas habituales eran la filosofía y la estética. La pasión política no había devorado aún a las otras, acaso nos creíamos anarquistas individualistas…”

Macedonio, en un apéndice al Museo de la Novela de la Eterna, su libro mayor, recuerda que: “en La Perla… cada artista joven era un pensar de arte: ese nudo de inquietud y busca que traían todos, santidades y modificaciones de la Estética, quisiera estudiar uno por uno. Había los seguros como Xul Solar, E. Gonzalez Tuñon y R. Scalabrini Ortiz, Gonzalez Lanuza y los realistas y cientificistas o sociológicos en el arte, pero me prefiere atención estudiar a los torturados C. Mastronardi, R. Molinari, F.L. Bernárdez, Rega Molina, que tuvieron aventura de libro luego, y saber como les fue interiormente cuando tuvieron libro de su arte, del arte de ellos de cada uno de ellos.”

DECADA DEL SESENTA

“Ahí en La Perla se cocinaban muchas cosas: componíamos canciones, aprendimos y arreglamos el mundo en charlas interminables. De La Perla hacíamos las diecisiete cuadras hasta La Cueva; otro día empezábamos el periplo en el bar Moderno, que cerraba a las once, y seguíamos por Corrientes hasta llegar a La Cueva a la una de la mañana. Y a las cuatro volvíamos a La Perla. Horas y horas sin dormir, para ver qué pasaba. Ese fue el método de iluminación que utilizábamos; era una bohemia sana, sin drogas ni alcohol, con muchas ganas de vivir

El conservatorio de La Perla del Once fue real. Un conservatorio de música y letras. Yo nunca tuve que comprarme un método para estudiar la guitarra. Tenía un cuadernito y anotaba. ‘A ver, pará, ese acorde, hacelo de nuevo. Dejame que lo copie.´” Le contó

Javier a Victor Pintos

En La Perla no sólo se compuso “La Balsa”, también “Jugo de tomate” y el lado B del primer simple de Tanguito, “El Hombre Restante”, con letra de Javier y música de Tango, sobre el último hombre que queda vivo en un mundo en el que estalló la guerra nuclear, paranoia constante de esos años. Y se escribieron muchos temas más, como bien recuerda Litto Nebbia en el libro de Pintos sobre Tanguito: “En esas guitarreadas era increíble la cantidad de canciones que surgían, escritas por Javier, por Tanguito, por Moris, por mí.”

Probablemente los contertulios de los años veinte no descubrieron las virtudes acústicas del baño de La Perla, porque, salvo Macedonio, no eran guitarreros, y sólo Xul Solar desarrollaría después una faceta musical como parte de sus exploraciones místicas. Los de los sesenta, imposibilitados de entrar en un estudio de grabación, guitarristas y cantantes de calle y plaza, descubrieron en el baño de La Perla la posibilidad de aullar a todo volumen o hacerse coros a si mismo aprovechando la “cámara de eco” natural que proveen los azulejos. Por eso “La Balsa” fue iniciada en ese baño, en una de las tantas divagaciones musicales de Tanguito sentado en el inodoro, escuchando fascinado las ármonías que producía su rasgueo en el pequeño cubiculo.

LA INEXISTENCIA DEL YO

“El Tao que puede ser nombrado no es el verdadero Tao” se lee en el comienzo del Tao Te King, el libro fundamental del Taoismo y el budismo zen, que está continuamente recordándonos de que la realidad es un flujo inaprehensible, que las palabras y los nombres apenas señalan una realidad, no son la realidad, como el dedo que señala la luna no es la luna. Ese libro era una lectura cotidiana en La Perla del Once, y de esos descubrimientos surgieron varias canciones que hablan de la diferencia entre yo (una realidad viva) y mi nombre (apenas una etiqueta) “Hoy adivino porqué mi nombre no soy yo” dice Javier en “Hoy nací”, y continua, “Hoy, recién hoy, el sol me quemó, y el viento de los vivos me despertó”. Miguel Abuelo también habló, en su primer simple solista, “Oye niño”, de la diferencia entre la realidad fluida y las palabras y los nombres “Cuando mi nombre ya no exista, verás qué velocidad…oye niño, haz tu cabeza estallar” y en uno de los primeros temas de Los Abuelos de la Nada, Miguel canta una letra mía que dice “Me acerco a una piedra y la miro sin pensarla, la toco sin nombrarla, la toco, nada más”. La experiencia directa del mundo: “parar el mundo”, como decía el Don Juan de Castaneda, ver el mundo tal cual es sin la cortina de nuestro pensamiento. Y allí es cuando descubrimos aquello de lo que hablaba Macedonio, y que Borges buscó en el budismo y Xul Solar en el esoterismo: La inexistencia (o la ausencia) del yo. Lo que Macedonio llamaba La Visión Pura, que es el momento de la experiencia en el que todavía no hay experiencia; como las primeras percepciones de un recién nacido, un ´asombro de ser´, una ´singular perplejidad´. Hay un extraordinario análisis de “la ausencia del yo” según Macedonio dentro de un libro dirigido por Noé Jitrik, “Historia Crítica de la Literatura Argentina”, en un articulo de Diego Vecchio llamado “Yo no existo, Macedonio Fernandez y la filosofía”.

Parece mentira, pero esos escritos de 1920 ayudan a entender de qué hablaban las canciones de 1960, compuestas sin haber leido a Macedonio, que fue conocido muchos años después. O las canciones de los sesenta ayudan a entender a Macedonio.

En los sesenta sólo conocíamos, de aquella banda de escritores originales de La Perla, algunas cosas de Borges y los libros de Leopoldo Marechal, de cuyo “Banquete de Severo Arcángelo” Miguel robó el nombre de Los Abuelos de la Nada. Miguel estaba fascinado con los vericuetos de la búsqueda esoterico-mística de Marechal, y le quedó especialmente grabada la frase: “…sin sospechar que Pablo Inaudi me castigaría en su hora, que me llamaría Padre de los Piojos y Abuelo de la Nada, y que su castigo sería tan dulce como los panales del norte y las higueras del sur…” Pero esta historia de las Dos Perlas recién empieza a armar su rompecabezas ahora.

Otro buscador apasionado de verdades ocultas fue Xul Solar, que viajó por Europa tratando de comprender el “misterio de las catedrales”, misterio que también apasionó a Javier Martinez en su periplo europeo, cuarenta años después. Xul fue discípulo directo del maestro Rudolf Steiner, creador de la medicina antroposófica y la agricultura biodinámica, con cuyos discipulos en Alemania y Suiza trabajo yo hoy, investigando las energías que ayudan a crecer a las plantas y mantener sanos los ecosistemas. Nunca pensé, al componer el “Tema en flú sobre el planeta” con Miguel a los veinte años, que estabamos intuyendo el fluir del mundo natural que había entusiasmado a Xul décadas antes, tal vez sentado en la misma mesa de La Perla en la que estábamos nosotros.

Y Moris, durante su encendida lectura de Krishnamurti, filósofo que penetra en los secretos de lo que somos momento a momento, no imaginó que al componer en esos días aquella canción que dice “De nada sirve escaparse de uno mismo”, estaba tocando un tema sobre el que Macedonio, con su teoría del “Al mismo yoico” habia discurseado decadas antes sobre esas mismas mesas ante la mirada arrobada de una decena de veinteañeros locos que después se harían famosos.

LA SOCIEDAD DE LAS ALMAS NATURALES

Macedonio soñaba con armar una comunidad anarquista y pacifista, algo que cuarenta años después sería bandera de una generación. Dice Silvia Saita sobre su abuelo, Julio Molina y Vedia: “Don Julio era amigo de los padres de Borges y de Macedonio Fernández, con quien hay una oscura relación con una fundación de una colonia anarquista en el Paraguay… (hay) cartas de Don Julio a Macedonio ofreciéndole, él tenía cien personas listas para ir a la comunidad que (Macedonioy otros) estaban organizando”.

Macedonio, intentó organizar lo que él llamaba “Sociedad de las Almas Naturales” o “Sociedad de los Amigos”, y en algún momento “un grupo de intelectuales se reune secretamente para ultimar los planes de un Movimiento Social Pintoresco”.

Un intento más delirante sucedío, cuarenta años después, cuando el grupo de músicos que se reunía en La Perla viajó a una quinta en Montegrande para pasar una larga temporada de exploración psicodélica y libertad sexual lejos de la “guerra de ambición”, intento que quedó retratado en “Una casa con diez pinos” de Manal.

En ese periódo Javier pasaba horas inventando un nuevo idioma, imponiendo palabras como “copar”, “la pálida”, o frases coloquiales del estilo de “¿Cómo viene la mano?” Javier tenía la teoría de que había que crear un nuevo lenguaje, que reflejara nuestra visión del mundo. Quería imponer nuevas medidas de tiempo (un “senever”, que es desde que te levantas hasta que te levantas la próxima vez, que puede tomar cuatro horas o tres días) y de distancia (un “cansancio”, que mide desde que empezás a caminar hasta que te cansás, cosa que depende de tu estado y varía continuamente). Javier insistía con que había que tener medidas “más humanas”, que no dependieran del “metro patrón” que está en un museo de París. Muchos años antes, Xul Solar se encerraba desarrollando la “Panlingua” (el idioma de los idiomas), para lograr una comunicación natural.

En La Perla del Once, un gran local en un de los puntos mas activos de la ciudad, grupos de jóvenes de veinte años tratan de inventar un mundo diferente y descubrir los secretos de la vida. Es una historia que tal vez, recién comienza…