domingo, 24 de julio de 2011

Agrotoxicos en el campo argentino

Pueblos en riesgo

Estudios argentinos muestran que hay mayor incidencia de cáncer y malformaciones congénitas en zonas en las que se usan pesticidas.

Por Andrea Gentil

Efectos directos. De acuerdo con los investigadores, los pesticidas están relacionados también con trastornos endócrinos y reproductivos.

San Nicolás, San Jorge, La Leonesa y Barrio Ituzaingó están lejos entre sí. En las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Chaco y Córdoba, más precisamente. Pero algo une a estas poblaciones, algo más fuerte que la simple ubicación en el mapa geográfico de la Argentina. “Son solo algunos de los lugares donde el aumento de casos de cáncer, malformaciones congénitas, trastornos endrócrinos y reproductivos se vienen sufriendo y detectando desde que las fumigaciones sistemáticas con agrotóxicos se volvieron algo cotidiano”.

La conclusión sale de la boca de los médicos e investigadores científicos que confeccionaron el informe del Primer Encuentro Nacional de Médicos de Pueblos Fumigados, que se reunió hace poco menos de un año en Córdoba, y que este año tuvo una continuación en Santa Fe. En estas reuniones, grupos de médicos de diversas especialidades presentaron sus trabajos de investigación, estadísticas y casos referentes a personas que enferman, o que nacen con malformaciones producto, advierten, de los efectos dañinos de pesticidas y agrotóxicos.

“Si bien las manifestaciones de intoxicación aguda son la demanda cotidiana de estos pacientes, lo que más alarma a los médicos de los pueblos fumigados son dos observaciones principales: una mayor cantidad de recién nacidos que presentan malformaciones congénitas y muchos más abortos espontáneos que los que habitualmente se producían en sus poblaciones de pacientes. En segundo lugar, una mayor detección de cánceres en niños y adultos, y enfermedades severas como hepatopatías tóxicas y trastornos neurológicos”, explica el informe.

Lo que sucede con estos médicos es que conocen íntimamente a las poblaciones en las que trabajan; atienden desde hace años a la misma gente y están encontrándose, aseguran, con que la incidencia de este tipo de trastornos es, desde hace unos años, inusualmente alta. Después de investigar y analizar no dudan, y las vinculan con las “fumigaciones sistemáticas con plaguicidas”.

Casos. El médico pediatra y neonatólogo Rodolfo Páramo, se encontró en la ciudad Malabrigo, en el norte de Santa Fe, con que en el año 2006 hubo 12 nacimientos con malformaciones sobre un total de 200. Y ese mismo año cuatro chicos murieron debido a malformaciones congénitas en Rosario del Tala, Entre Ríos. En ambas zonas, dicen los médicos, había habido fumigaciones masivas con agrotóxicos.

Un ejemplo más. Pueblos del centro de la provincia del Chaco (Napenay, Gancedo, Santa Silvina, Tres Isletas, Colonia Elisa y Avia Terai) han tenido en los últimos años mayor cantidad de personas con insuficiencia renal, malformaciones congénitas, cáncer en habitantes muy jóvenes, abortos espontáneos y dificultad para concebir.

¿Cuál es la explicación a esto? Equipos de salud de las zonas dicen haber comprobado que todo se debe al mayor nivel de contaminación química del ambiente que trajo consigo la industrialización de la agricultura. Los pequeños algodonales desaparecieron, junto con el bosque nativo, y fueron ampliamente reemplazados por grandes emprendimientos agrícolas de tipo industrial, con la soja a la cabeza. Un tipo de agricultura que va de la mano con el uso de grandes cantidades de agrotóxicos.

Andrés Oliva, andrólogo de la ciudad de Rosario, halló en cinco pueblos del sur de Santa Fe que quienes manipulan agroquímicos presentan 2,5 veces más incidencia de disfunción eréctil, además de un notable aumento en la cantidad de estrógenos en sangre. Los estrógenos son las hormonas características del sexo femenino, y eso es lo que detectaron las investigaciones: una extendida feminización latente.

“Lo que sucede con estos trabajos es que coinciden con lo que ya habíamos encontrado en la literatura científica de otras partes del mundo, como la India –resume Medardo Avila Vázquez, pediatra y neonatólogo, exsecretario de salud de la Municipalidad de Córdoba, y a la sazón al frente de la Red Universitaria de Ambiente y Salud–. La verdad es que la gente se dio cuenta antes de que todo esto estaba pasando; hace alrededor de 10 años que hay pobladores que denuncian esta situación. Los médicos empezaron después sus investigaciones, y la medicina basada en la evidencia nos está dando la razón. Ya hay dos facultades de Medicina, la de la Universidad de Córdoba y la de la Universidad de Rosario, que han hecho investigaciones y se encontraron con estos resultados”.

De vieja data. “La exposición crónica a los plaguicidas se encuentra asociada a daños en la salud que incluyen neurotoxicidad, efectos carcinogénicos e inmunológicos, alteraciones de la reproducción y el desarrollo. Estos hallazgos se encuentran descriptos en individuos que están expuestos frecuentemente a diferentes mezclas de pesticidas, ya sea simultáneamente o en serie, lo que hace difícil identificar los efectos de cada pesticida en forma individual”, explican María Fernanda Simoniello, Elisa Kleinsorge y Marta Carballo, bioquímicas que trabajan en universidades de Santa Fe y Buenos Aires. Después de estudiar los efectos de plaguicidas sobre trabajadores rurales, las investigadores comprobaron que quienes están tanto directa como indirectamente expuestos a esas sustancias tienen dañado su ADN. Es decir, su material genético básico.

En La Leonesa, Chaco, la situación alcanzó su punto culminante después de que se instalara una arrocera que usa fuertes cantidades de plaguicidas para su producción. Los vecinos organizaron reclamos cada vez más fuertes, hasta que se formó una comisión oficial que estudió los contaminantes del agua.

Los resultados de un primer informe muestran que hubo un importante aumento en la cantidad de malformaciones congénitas en recién nacidos, de acuerdo con los datos del Servicio de Neonatología del Hospital J. C. Perrando de Resistencia. Si en el año 1997 la incidencia de las malformaciones había sido de 19 por cada 10.000 nacidos vivos, en el 2008 esa cifra saltó a 85 por cada 10.000. Los científicos destacan que cuando se superponen los mapas que muestran, por un lado, los casos de malformaciones y cánceres y, por el otro, uno que grafica cuáles son las zonas en las que más cantidad de glifosato se usa, "se nota claramente que las áreas de mayor incidencia son, al mismo tiempo, zonas sojeras con una elevada utilización de glifosato y otros plaguicidas".

“En la provincia del Chaco se reconoce, ahora oficialmente, lo que los pobladores venían manifestando desde hace muchos años: que la actividad laboral con agroquímicos o la exposición habitacional por vecindad está relacionada con problemas reproductivos, abortos espontáneos repetidos y graves malformaciones congénitas”, puntualizan desde la Red Universitaria de Ambiente y Salud, que congrega a una cantidad de médicos e investigadores de pueblos fumigados.

lunes, 11 de julio de 2011

EL LEJANO PARAISO IMPOSIBLE

Otra nota que publiqué en La Mano, hace un par de años, sobre Marley, los negros de América, el rastafarismo, y nuestra actitud de admirar a los negros lejanos y despreciar a los cabecitas negras.

¿Por qué Marley habla de “África Unite” y no de “América Unite”? Después de todo, nació y vivió en el Caribe americano, en un continente en el que hay millones de descendientes de africanos ya vueltos brasileños o panameños o cubanos o jamaiquinos. Y sigue siendo un continente en el que la sangre negra late viva y caliente, desde el barrio sur de Montevideo al carnaval enloquecido de Nueva Orleáns, pasando por las bajadas de Salvador de Bahía en Brasil o las esquinas ardientes de la Habana.

Algunos negros del continente sueñan con el regreso a África, de la que fueron arrancados hace quinientos años. Sueñan con un África ideal que no existió nunca y no ven el Äfrica real que ha sido arrasado por la colonización, la corrupción, la degradación ambiental, el hambre y las epidemias. Algunos americanos soñadores llegan a profetizar la llegada de un Mesías Africano, y no terminan de habitar el territorio en el que están, la tierra en la que viven. Es una condena que tenemos los inmigrantes a América, seamos del color que seamos. Le robamos las tierras a los indígenas, dejándolos sin hogar, sin Pachamama, sin raíces. Y no terminamos de aterrizar en el continente. Seguimos soñando con la tierra de nuestros antepasados, sea Italia o Senegal, Polonia o Cabo Verde. Casi todos en este culo del mundo somos importados, a la fuerza o voluntariamente. Y los rastas jamaiquinos, descendientes de africanos del oeste -como todos los esclavos negros de América-, sueñan con el rey etíope, de África del este, un negro distinto a ellos, casi árabe, con una religión que es una mezcolanza de Iglesia Copta Egipcia y Cristianismo primitivo. El eterno sueño, la zanahoria inalcanzable, el paraíso, la sociedad perfecta, etc. Los rastas decidieron que Haile Selassie, un salvaje dictador, era Jesús que retorna con otro nombre, para unir a los negros y sacarlos de Babilonia, el sistema moderno blanco y racista de poder mundial.

EN MEDIO DEL MAR AZUL

Jamaica, descubierta y colonizada por Colón en 1494, estaba habitada por indígenas pacíficos, los Arawaks, que vivían de la caza y de la pesca, hacían una agricultura básica

y vivían tratando de defenderse de los Caribes, violentas tribus del este del continente que canibalizaban a los varones de los pueblos sometidos. Los españoles trajeron muy pronto esclavos de África, ya que los indígenas eran rápidamente diezmados por las enfermedades desconocidas, y no resultaban buenos esclavos. En 1655 los ingleses capturaron Jamaica, y trajeron esclavos africanos en gran escala para aumentar la producción de azúcar. A comienzos del siglo dieciocho había unos 500.000 esclavos africanos en Jamaica.

Los rituales originarios de los esclavos fueron prohibidos, y con ellos las lenguas, la música y los instrumentos, especialmente los tambores por ser parte de rituales paganos. Hoy el 91 % de la población jamaiquina es negra, prov de la costa Este de África, Senegal, Camerún, Guinea, Costa de Marfil, etc.

GANJA, MAN

Después de la abolición de la esclavitud en 1838, se importaron trabajadores baratos de la India para las plantaciones de azúcar y banano. Los inmigrantes venidos de la India trajeron sus propias tradiciones, sus religiones, sus comidas, y sobre todo, la ganja, la cannabis de los ritos shivaistas de los sadhus que viven al borde del Río Ganges y dejan crecer sus cabelleras y barbas en matas interminables que no peinan nunca, inspiración para los dreadlocks de los futuros rastas.

¿Y LOS BLANQUITOS?

¿Qué vemos los blanquitos europeos descendientes de los dueños de Latino América cuando vemos a través de la cámara la pobreza de Trenchtown jamaiquino? ¿Qué vemos los chicos ricos que tienen tristeza, los Luca Prodan, los Indio Solari, los Charly Garcia o cualquier joven clase media como vos y como yo cuando vemos a Bob en un video jugando al fútbol en los basurales de Kingston, tan parecidos a los de Mumbai que muestra la reciente película Slumdog Millonaire?

Pensándolo bien, Marley también es un Slumdog Millonaire, un “perro de las villas miserias” vuelto millonario por un giro del destino.

Pero Marley, cuando triunfó, trajo consigo toda su comunidad, expuso su Trenchtown al mundo entero, la cantó y la representó sin maquillar en nada la miseria y la marginación. Marley les recordó a los patrones blancos –a nosotros- que “nosotros construimos sus cárceles, construimos sus escuelas y nos lavan el cerebro con su educación para volvernos estúpidos”. Nosotros – los que leen esta revista y yo- somos los patrones blancos de los wichis, de los mapuches, de los cabecitas negras de la villa 31, y, por extensión, del Trenchtown jamaiquino. Nosotros, los mariconcitos modernos del futuro que ya llegó, los artistas y críticos de la música popular, cualquiera que sostenga esta revista en sus manos, vivimos en un mundo diferente al de los chicos que juegan a la pelota como Marley en los basurales de Lugano, de Kingston, de Mumbai, de Ciudad de Mexico, de Nairobi…

Y yo soy el “crazy bald head” el loco de cabeza pelada y piel blanca que pasa al lado del pequeño Marley toba que juega a la pelota en el baldío detrás de la terminal de Retiro. Lo miro vagamente por la ventana del ómnibus, mientras escucho Rastaman Vibration en mi I Pod, y pienso en los maravillosos hallazgos sonoros de los Wailers, ese balanceo relajado que sale por todos los poros, ese perfecto acento de la guitarra, ese misticismo natural que fluye en el aire y me eleva hacia un mundo de sol, playa y alegría…