lunes, 28 de junio de 2010
SUEÑOS DE AFRICA
Todos hemos estado sumergidos en los sueños de África. Aunque no te interese el futbol, África estuvo en todos lados, desde National Geografic hasta Susana Gimenez, desde CNN hasta canal Encuentro. Y en las radios y los diarios. Suplementos de viajes, números especiales de revistas de actualidad, etc. Viste leones rugiendo y negros bailando hasta en la sopa. Sonaron las vuvuzelas hasta dejar sordo a medio planeta, con el ministro de salud de la provincia de Buenos Aires explicando los peligros de los sonidos tan estentóreos.
Llamó la atención que el mundial fuera una fiesta desatada, con bailes y cantos por todos lados. En realidad, esa es la tarjeta de presentación del continente: África le enseñó y le enseña al mundo a bailar y cantar desde tiempos inmemoriales. Nuestra música popular no existiría si no fuera por los africanos que secuestramos y trajimos a América como esclavos, los que crearon el samba, el blues, el jazz, el tango, el bolero, el merengue, el candombe, la milonga y todos los géneros que se te ocurran menos el minué y el vals.
Y todo se celebra en África con cantos y bailes, con fiesta.
Y la fiesta, en África, tiene mucho de sagrado, porque está cerca del éxtasis. Originalmente el baile era un camino al éxtasis, cosa que todavía se ve en el sur de Marruecos, las zonas que describe Skay en el reportaje de este número. Los cantantes vagabundos, los chamanes musicales, circulan todavía por el Sahara y sus márgenes, tanto al sur en los países negros de la África subsahariana, lugares como Senegal o Mali, al igual que en el norte, en los países árabes, lugares como Marruecos, Argelia o Túnez. Los sostenedores de la tradición Griot, los cantantes extáticos que, con una guitarra hecha con un palo de escoba y una caja con un cuero para la resonancia, acompañados por decenas de tambores, gritan los cantos sagrados que llevan a la comunidad al trance iluminado. Esa tradición se refleja en América en los ritos santeros yorubas, los cantos a Iemanjá y Xangó, la “bajada del santo” en las personas comunes. Yo lo vi en Marruecos, al sur de Marrakech, hace cuarenta años. Y lo vi en Theis, Senegal, hace cinco. Pero también lo vi en Bahía, en el 83, en el Terreiro (Territorio sagrado) de la Mae Menininha de Gantois. Y en la Habana, Cuba, en el 2000.
Nosotros, los blanquitos occidentales, no tenemos idea de las fuerzas que residen en el ritmo y el canto. Fuerzas que viven dentro nuestro desde que nos pusimos en movimiento, los primeros seres humanos, bajando de los árboles, en África, justamente. Hoy apenas sentimos el leve toque del ala del éxtasis sumergiéndonos en Jimmi Hendrix, Little Richard o John Coltrane. O escuchando intensamente a aquellos que mamaron de la tradición del ritmo extático aunque no sean negros: rubios locos como Jerry Lee Lewis, los Beatles o Metallica.
Pero esas fuerzas pueden tomar el control de una persona y llevarlo al electric ladyland, como arrastrados por un oleaje furibundo que surge desde el centro del ser, desde el plexo solar, vibraciones y oleadas de electricidad interna que harían las delicias de psicólogos como Wilhelm Reich o cualquier banda de salsa del Caribe. Los dos descendientes de africanos que son ídolos máximos de la música popular, Hendrix y Marley, eran seres a los que les “bajaba el santo”, actuaban en estado de éxtasis y se lo transmitían a la audiencia.
ADAPTARSE AL MUNDO
Pero en estos tiempos, los africanos están haciendo un esfuerzo colosal por adaptarse al mundo moderno, y el mundial fue un paso gigantesco por parte del país más desarrollado de todos, Sudáfrica. Desde que Nelson Mandela –un héroe contemporáneo mil veces más importante que el Che Guevara- dio vuelta el panqueque de la historia africana con su resistencia pacífica y su paciente desmoronamiento del apartheid, África tiene otra perspectiva, y está tratando de visualizarse de otra manera. Mandela guió a su país a un intento de reconciliación dificilísimo y tal vez discutible. ¿Cómo reconciliarse con quienes te han torturado y sometido durante generaciones?
Es que los africanos arrastran el karma más pesado de la humanidad. Generaciones enteras de pobladores del oeste de África -millones de jóvenes durante siglos- fueron secuestradas y arrastradas a los mercados de esclavos del Caribe o Brasil o el Rio de la Plata. En Dakar todavía se puede visitar la isla en donde reunían a los esclavos para revisarlos antes de amontonarlos en los barcos rumbo a América. Y es impresionante. Las cadenas, los grilletes, las máquinas de tortura…
Fueron colonizados casi al mismo tiempo que América, durante el periodo de expansión Europea, pero se liberaron doscientos años después, y todavía arrastran una dependencia mucho mayor que la nuestra de las viejas capitales coloniales. Todavía hoy, un habitante de Senegal o Nigeria no llega a nada si no consigue estudiar en Paris o Londres.
La colonia europea dividió al continente de manera caprichosa (este pedazo para los belgas, este para los franceses, este para los ingleses, el sur para los holandeses) dejando las tribus originales, con sus lenguas y tradiciones de un lado y de otro de fronteras inventadas en una mesa de negociaciones. Por eso las guerras tribales que todavía desgarran al continente. Nuestros países del sur también surgieron de caprichos y batallas, y tienen fronteras que cortan por el medio a culturas enteras (kollas divididos entre Argentina, Bolivia, Perú Ecuador, guaraníes divididos entre Paraguay, Brasil, Argentina, etc.). Pero en los países de África negra esto es mucho más dramático, ya que el 99% de la población pertenece a esas tribus enfrentadas, a esos pueblos divididos.
Todos esos viejos dolores y horrores fueron pensados por Mandela al tratar de construir un país que incluya a todos. Un país que tiene idiomas oficiales de todos los colores, ya que uno es la deformación del holandés – el africanas, que representa a los colonizadores más violentos y racistas- otro es un inglés adaptado por la segunda oleada de colonizadores, otro la lengua del imperio Zulú, el imperio negro más grande de África (¿recuerdan Shaka Zulu, en la tele?) otro es el Xhosa, de otra tribu, y además está la abundante influencia de la población venida de la India, etc.…
Sudáfrica es un muestrario de las grandezas y los dolores de África. Tiene, como toda África negra, dos clases sociales claramente definidas: Los blancos son los ricos y los negros son los pobres. Aunque gobiernen los negros. Y además tiene, como tantos países colonizados por los británicos, una pequeña clase media comerciante india, surgida de los empleados que la Reina Victoria llevó a las colonias para formar la burocracia del Imperio. Son curiosos esos países que están sembrados de templos dedicados a Krishna o Shiva, y tienen estatuas de Ganesha en muchos lugares, cosa que se ve también en las ex colonias inglesas del Caribe, como Trinidad Tobago o Jamaica.
En fin, hemos visto un impresionante espectáculo armado esforzadamente por un pueblo maltratado y sometido durante siglos, con gobernantes corruptos y un 25% de portadores de HIV, un pueblo que trata de construir un África nueva para seguir el sueño de Mandela, un sueño de justicia, fraternidad y libertad para todos los africanos.
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Este es el próximo Misterios de Planeta que publico mensualmente en la revista La Mano.
ResponderEliminarPerdón por el tamaño de letra, estoy experimentando
Con la cantidad de pelotudeces que hay que escuchar (trato de casi no mirar previas y demás) por parte de los periodistas deportivos... ¡qué bien vendría un Lernoud de invitado en algún canal contando estas cosas!
ResponderEliminarExcelente y punto.