El Bicentenario y el invento de una “Nación”
Esto lo escribí hace unos días pero no me decidía a subirlo porque me gustó la fiesta del bicentenario, la gente en la calle, el show de Fuerza Bruta. Pero bueno, pasados unos días, aquí va:
Yo no estoy muy convencido de que la división del planeta en países haya servido para algo. En nuestro continente, la división es caprichosa y nosotros somos argentinos pero podríamos pertenecer al Alto Perú. Los uruguayos son casi argentinos, y las Provincias Unidas del Rio de la Plata sonaba bien. El sentimiento de argentinidad es raro, porque es abstracto, pero el sentimiento de pertenecer a un lugar, a un tipo de gente, a una forma de hablar, crece con uno. Pero también está el mundial, y la camiseta. La gente es capaz de matar por la camiseta, que no es muy diferente de la escarapela.
Y durante el bicentenario, ¿Porqué un descendiente de italianos y franceses, como yo, o de polacos y alemanes o lo que sea, como vos, se puede sentir más argentino que un wichi o un toba, alguien cuya familia lleva aquí miles de años? La mía lleva aquí no más de ciento cincuenta años. La de tantos ultranacionalistas que pululan hoy no lleva más de trescientos. Los grandes apellidos patrios eran, en su mayoría, hijos de españoles (todos eran españoles, pero nacidos allá, digo). Llevaban diez minutos aquí. Y es esa la generación que masacró a los primitivos habitantes, y en el proceso, inventó “La Nación”. Toda nación es un invento hecho sobre la sangre de los que estaban allí. Los seres humanos vinieron caminando desde África, peleándose por los valles más fértiles, los ríos y las alturas, hace decenas de miles de años. Hace unos pocos siglos llegaron las carabelas (¿o eran calaveras?). Pero tanto los que estaban como los que llegaron a someterlos descendían del mismo grupito de africanos originales, que se pusieron de pie en el valle del Rift, hoy Kenia. (Cuando estuve allí, recorriendo tribus que practican agricultura orgánica, pensé: “Estos tipos sí que son de acá”.) Así que todos somos parientes, nos guste o no.
Los aborígenes, a pesar de la marcha oficialista, siguen marginados, sus tierras contaminadas por la minería a cielo abierto, sus familias diezmadas por el Chagas y la tuberculosis, hoy, en democracia. Esos “cabecitas negras” son la esencia de esta tierra, de la “argentinidad”, en realidad sus verdaderos dueños, si es que hay dueños, porque me parece más certero decir, como aquel cacique piel roja, “la tierra no pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida, es sólo una hebra de ella. Y todo lo que le haga a la tierra se lo hará a sí mismo.”
Lennon la tuvo clara cuando dijo, en esa canción que es una perfecta declaración política, aunque nos haya cansado con la melosa repetición de los que no toman en serio la letra: “Imagináte que no hay países ni religiones, nada por lo que matar o morir.” En aquel tiempo nos parecía que íbamos hacia esa comprensión. Cantilo también la cantó en otra canción melosa: “Más allá de países y fronteras, en una compartida dimensión…”
Más cerca, y menos meloso, Caetano dijo: “Mi lengua es mi patria, pero yo no tengo patria, tengo matria, y quiero fratria” Estoy de acuerdo.
jueves, 27 de mayo de 2010
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