Otra nota que publiqué en La Mano, hace un par de años, sobre Marley, los negros de América, el rastafarismo, y nuestra actitud de admirar a los negros lejanos y despreciar a los cabecitas negras.
¿Por qué Marley habla de “África Unite” y no de “América Unite”? Después de todo, nació y vivió en el Caribe americano, en un continente en el que hay millones de descendientes de africanos ya vueltos brasileños o panameños o cubanos o jamaiquinos. Y sigue siendo un continente en el que la sangre negra late viva y caliente, desde el barrio sur de Montevideo al carnaval enloquecido de Nueva Orleáns, pasando por las bajadas de Salvador de Bahía en Brasil o las esquinas ardientes de la Habana.
Algunos negros del continente sueñan con el regreso a África, de la que fueron arrancados hace quinientos años. Sueñan con un África ideal que no existió nunca y no ven el Äfrica real que ha sido arrasado por la colonización, la corrupción, la degradación ambiental, el hambre y las epidemias. Algunos americanos soñadores llegan a profetizar la llegada de un Mesías Africano, y no terminan de habitar el territorio en el que están, la tierra en la que viven. Es una condena que tenemos los inmigrantes a América, seamos del color que seamos. Le robamos las tierras a los indígenas, dejándolos sin hogar, sin Pachamama, sin raíces. Y no terminamos de aterrizar en el continente. Seguimos soñando con la tierra de nuestros antepasados, sea Italia o Senegal, Polonia o Cabo Verde. Casi todos en este culo del mundo somos importados, a la fuerza o voluntariamente. Y los rastas jamaiquinos, descendientes de africanos del oeste -como todos los esclavos negros de América-, sueñan con el rey etíope, de África del este, un negro distinto a ellos, casi árabe, con una religión que es una mezcolanza de Iglesia Copta Egipcia y Cristianismo primitivo. El eterno sueño, la zanahoria inalcanzable, el paraíso, la sociedad perfecta, etc. Los rastas decidieron que Haile Selassie, un salvaje dictador, era Jesús que retorna con otro nombre, para unir a los negros y sacarlos de Babilonia, el sistema moderno blanco y racista de poder mundial.
EN MEDIO DEL MAR AZUL
Jamaica, descubierta y colonizada por Colón en 1494, estaba habitada por indígenas pacíficos, los Arawaks, que vivían de la caza y de la pesca, hacían una agricultura básica
y vivían tratando de defenderse de los Caribes, violentas tribus del este del continente que canibalizaban a los varones de los pueblos sometidos. Los españoles trajeron muy pronto esclavos de África, ya que los indígenas eran rápidamente diezmados por las enfermedades desconocidas, y no resultaban buenos esclavos. En 1655 los ingleses capturaron Jamaica, y trajeron esclavos africanos en gran escala para aumentar la producción de azúcar. A comienzos del siglo dieciocho había unos 500.000 esclavos africanos en Jamaica.
Los rituales originarios de los esclavos fueron prohibidos, y con ellos las lenguas, la música y los instrumentos, especialmente los tambores por ser parte de rituales paganos. Hoy el 91 % de la población jamaiquina es negra, prov de la costa Este de África, Senegal, Camerún, Guinea, Costa de Marfil, etc.
GANJA, MAN
Después de la abolición de la esclavitud en 1838, se importaron trabajadores baratos de la India para las plantaciones de azúcar y banano. Los inmigrantes venidos de la India trajeron sus propias tradiciones, sus religiones, sus comidas, y sobre todo, la ganja, la cannabis de los ritos shivaistas de los sadhus que viven al borde del Río Ganges y dejan crecer sus cabelleras y barbas en matas interminables que no peinan nunca, inspiración para los dreadlocks de los futuros rastas.
¿Y LOS BLANQUITOS?
¿Qué vemos los blanquitos europeos descendientes de los dueños de Latino América cuando vemos a través de la cámara la pobreza de Trenchtown jamaiquino? ¿Qué vemos los chicos ricos que tienen tristeza, los Luca Prodan, los Indio Solari, los Charly Garcia o cualquier joven clase media como vos y como yo cuando vemos a Bob en un video jugando al fútbol en los basurales de Kingston, tan parecidos a los de Mumbai que muestra la reciente película Slumdog Millonaire?
Pensándolo bien, Marley también es un Slumdog Millonaire, un “perro de las villas miserias” vuelto millonario por un giro del destino.
Pero Marley, cuando triunfó, trajo consigo toda su comunidad, expuso su Trenchtown al mundo entero, la cantó y la representó sin maquillar en nada la miseria y la marginación. Marley les recordó a los patrones blancos –a nosotros- que “nosotros construimos sus cárceles, construimos sus escuelas y nos lavan el cerebro con su educación para volvernos estúpidos”. Nosotros – los que leen esta revista y yo- somos los patrones blancos de los wichis, de los mapuches, de los cabecitas negras de la villa 31, y, por extensión, del Trenchtown jamaiquino. Nosotros, los mariconcitos modernos del futuro que ya llegó, los artistas y críticos de la música popular, cualquiera que sostenga esta revista en sus manos, vivimos en un mundo diferente al de los chicos que juegan a la pelota como Marley en los basurales de Lugano, de Kingston, de Mumbai, de Ciudad de Mexico, de Nairobi…
Y yo soy el “crazy bald head” el loco de cabeza pelada y piel blanca que pasa al lado del pequeño Marley toba que juega a la pelota en el baldío detrás de la terminal de Retiro. Lo miro vagamente por la ventana del ómnibus, mientras escucho Rastaman Vibration en mi I Pod, y pienso en los maravillosos hallazgos sonoros de los Wailers, ese balanceo relajado que sale por todos los poros, ese perfecto acento de la guitarra, ese misticismo natural que fluye en el aire y me eleva hacia un mundo de sol, playa y alegría…
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